Parfois je travaille en chaussons. A veces trabajo en pantuflas, dice Débora, ¡qué lindo suena!
Viajá con nosotras virtualmente a París para escuchar esta charla interesantísima con Débora Farji Haguet, argentina de nacimiento, pero parisina por elección, traductora, intérprete y docente.
Débora es egresada del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas de Buenos Aires donde obtuvo el título de profesora de francés. A los 22 años viajó a Francia y mientras cursaba sus estudios en la ESIT, donde se graduó como traductora en 1992, trabajó como responsable de estudios terminológicos en la Unión Latina, una pequeña organización cultural intergubernamental hoy inactiva. En 1998 empezó a trabajar como traductora autónoma y progresivamente se orientó asimismo hacia la interpretación de conferencias.
Dice que ya desde chiquita le gustó mucho el francés y de adolescente ya sabía que quería ser profesora del idioma. Pero hace 30 años, cuenta Débora, no había demasiadas opciones: estaba el Lenguas Vivas o el traductorado público en la UBA. Como no le atraía tanto el derecho y sabía desde muy chica que quería ser docente, se orientó a la enseñanza. Incluso en la escuela secundaria preparaba a sus compañeros para los exámenes de francés, o sea, una petite prune éducatrice (una maestrita ciruela, o sea, ¿lo habré escrito bien en francés?).
Cuando terminó el profesorado, siguió con el traductorado en el Lenguas Vivas, pero surgió la oportunidad de irse a Francia y no lo dudó. Habiendo estudiado en ambos países, nos intrigó qué diferencias recuerda haber encontrado en la formación de traductores.
En primer lugar, resalta que para estudiar traducción o interpretación en Francia había que conocer dos idiomas extranjeros mínimo, con uno solo no se podía. Así que apenas llegó, se dedicó a mejorar su inglés para poder acceder a la carrera. Hoy en día sigue siendo así, cuenta, se estudian dos idiomas extranjeros y se traduce a la lengua A, es decir, a la lengua materna. En su caso, el inglés es su lengua C, o sea que solo puede traducir desde inglés y no hacia inglés. En el caso del francés, dice que a veces hace traducciones al francés dependiendo del tema y el caso, y que incluso pide a algún francófono que se las revise. Para nosotras, después de tantos años allá, ya es una francófona más (pero nadie nos pidió opinión…).
Tiene más de 20 años de experiencia en la formación inicial y continua de traductores e intérpretes. Hoy enseña traducción e interpretación desde y hacia el francés en otra escuela parisina, la ISIT, y en la Universidad de París.
Dice que uno de los desafíos más grandes a la hora de trabajar con estas dos lenguas es evitar los calcos, ya sea de vocabulario, de gramática, de sintaxis. Parecen lenguas hermanas, pero son diferentes, advierte la profe. A lo mejor un verbo no se usa con la misma preposición o una colocación que es natural en francés no lo es en español. Hay que prestar mucha atención para no caer en las garras del calco. Esto es algo que Débora dice que no le pasa en inglés, donde logra distanciarse con más facilidad y ser más libre al momento de traducir.
Otro desafío que ve es el aspecto comunicativo, y su consejo es que hay que animarse a hablar, hablar y a hablar. (Nota personal: probá decir esas “r” que a ellos le salen divinas y vos parece que te estuvieras atragantando).
Y así caemos en el tema que nos atrajo a Débora: la traducción a la vista. ¿Qué es? Ella dice que seguro ya la hicimos y sí, parece que todos la hemos hecho sin saber que se puede ofrecer como servicio en algunos ámbitos y que, por supuesto, tiene sus vericuetos.
La traducción a la vista implica traducir oralmente un texto escrito, sin preparación previa. Por ejemplo, los intérpretes lo utilizan cuando tienen el texto de un discurso, van siguiendo al orador en la interpretación simultánea, pero al mismo tiempo van siguiendo el discurso escrito que les sirve un poco como base o como ayuda para interpretar. Este sería el caso más típico de uso de la traducción a la vista en interpretación. También en una interpretación bilateral o de negocios, por ejemplo, cuando se discuten contratos, condiciones de venta o se da algún tipo de negociación, puede haber documentos que sirven de apoyo y esos documentos se traducen a la vista.
Es una técnica que también usan comúnmente los intérpretes comunitarios o de servicio público, cuando acompañan a personas al médico o al asistente social, donde puede haber documentación administrativa, médica o jurídica que hay que traducir como parte de ese trabajo de interpretación.
A sus alumnos siempre les dice que le cuenten el cuentito, no que se traben buscando una palabrita precisa. Es la forma de relajarse y realmente llevar el texto escrito a la oralidad en la lengua meta. Y claro que hay técnicas. Por ejemplo, si en un texto escrito hay una cita, el que lee el texto ve las comillas y sabe que es una cita, pero quien esté haciendo la traducción a la vista tiene que explicarle a sus destinatarios que ahí hay una cita.
Débora dice que todos hacemos una especie de traducción a la vista cuando recibimos un pedido de presupuesto y escaneamos el texto para evaluarlo. Incluso contó el caso de un cliente que quería conocer el contenido de una entrevista que le habían hecho para poder aprobarlo, pero no tenía tiempo de esperar la traducción y resolvió esa necesidad con una traducción a la vista por teléfono.
Entre sus clientes, Débora cuenta con empresas, instituciones públicas, museos y editoriales, que usualmente requieren sus servicios de traducción a un español más bien internacional, que apunta a hispanohablantes de todo el mundo, sin localismos, ni siquiera del español europeo. Claro que, estando en Europa, a veces tiene que decidir por una variedad en algún término (las gastronomía suele ser un terreno difícil para esto) y toma el español de España como referencia.
Débora también es miembro de varias asociaciones profesionales en Francia y Argentina. Cuando le preguntamos sobre qué se diría a sí misma si pudiera viajar en el tiempo, ¿adivina qué dijo? Eso mismo, estudiar más otro idioma, ¡otra fanatique!
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