Hay obras que han marcado un antes y un después en la literatura. A pesar del paso de los años, o los siglos, los lectores siguen disfrutando de estas historias de épocas remotas y compartiéndolas con las siguientes generaciones. En este episodio, entrevistamos a Pablo Ingberg, traductor argentino con casi un centenar de obras clásicas traducidas desde idiomas tales como el griego antiguo, el latín, el inglés y el italiano.
Él es licenciado en Letras egresado de la UBA con diploma de honor y el premio de la Academia Argentina de Letras al mejor promedio. Ha publicado 5 libros de poesía, uno de poemas para niños, una novela y una obra teatral. Ha traducido más de 90 libros de Safo, Sófocles, Aristófanes, Virgilio, Shakespeare, Austen, Dickens, Melville, Whitman, Poe, Stevenson, Conrad, Carroll, entre otros tantos. Ha recibido el premio Teatro del Mundo a la mejor traducción dramática de 2000 por La tempestad de Shakespeare. Además, ha sido destacado en el mismo premio por otras 16 piezas de Shakespeare, dos de Sófocles, una de Joyce, una de Virginia Woolf y una de Howard Zinn. Asimismo, Pablo colabora con revistas, suplementos literarios y dicta cursos y talleres de traducción literaria.
Pablo siempre se caracterizó por ser una persona curiosa. Independientemente del tema, él siempre quería saber más. Tenía facilidad para las ciencias duras, como las matemáticas, pero también para la lengua y la redacción. Siguiendo la tradición familiar, empezó la carrera de Ciencias Económicas porque le gustaba mucho y no le resultaba difícil. Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de que le gustaba como área de conocimiento, pero no como trabajo. A lo largo de su vida persiguió muchos intereses: danza, teatro, etc., pero terminó encontrando su lugar en la literatura y la traducción.
Gracias a una conexión con la editorial Losada, se le presentaron varias oportunidades para traducir obras clásicas. La primera traducción de Shakespeare que hizo fue La tempestad; y a esta le siguieron otras tantas que no se publicaron hasta años más tarde debido a la situación económica del país. Para él, los años dorados de la traducción editorial fueron los comprendidos en el período 2003-2008. Haberse dedicado a la traducción de literatura clásica no es algo que buscó, sino que fue lo que le surgió como oportunidad laboral y descubrió que le encantaba.
Traducir obras escritas hace siglos requiere habilidades y conocimientos específicos. No basta con conocer el idioma fuente y el meta. Pablo reconoce que sus estudios en Letras le dieron conocimientos filológicos y le aportaron muchas herramientas para saber cómo encarar una investigación. Para adentrarse en un texto antiguo, hay que ir muy despacio, con cautela y sospechar de absolutamente todo. Hay que tener presente que las palabras que usamos ahora, y que también se usaban antes, pueden haber sufrido algún cambio en sus usos o significados, por lo que hay que estar muy atento.
En su vida cotidiana, Pablo combina la traducción y la escritura. Cuando el flujo de encargos de traducción baja, aprovecha para dedicarse a escribir. En los próximos meses se publicará un libro de su autoría titulado Escribir palabras ajenas: notas sobre traducción. Este está basado en una serie de artículos que escribió para El trujamán y material de distintas charlas y ponencias que ha dado. Además, incluye 17 traducciones diferentes del monólogo de Hamlet al castellano.
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