Muchos traductores están familiarizados con el rol del editor en la cadena de control de calidad de una traducción. Y con frecuencia se puede observar que las modificaciones que sufre un texto suelen estar más ligadas a un estilo que se pretende mantener y no a una traducción incorrecta. En este episodio entrevistamos a Antonio Martín Fernández, quien posee una gran trayectoria el área de la corrección y amablemente comparte con nosotras su particular visión sobre la profesión.
Él es licenciado en Filología Hispánica. En 1997 fundó Cálamo&Cran, el centro de aplicaciones profesionales del lenguaje y la edición. Pertenece al cuarteto Palabras Mayores, divulgadores del lenguaje, la traducción y edición. Es colaborador de Radio Nacional de España, en el espacio «Corrigiendo, que es gerundio». Es coautor de El libro rojo de C&C. Prontuario de manuales de estilo, 199 recetas infalibles para expresarse bien, Dilo bien y dilo claro, y autor de La mano invisible: confesiones de un corrector iconoclasta. De 2005 a 2015 presidió la asociación profesional de correctores que fundó, UniCo, y en 2018 contribuyó a la creación de la primera asociación profesional de correctores de Estados Unidos, SEA.
Antonio comenta que existe una gran confusión con los términos «editor» y «corrector». Esto se debe a que «editor» es una palabra polisémica y suele confundirse con el editor que ha fundado una editorial o con el editor que coordina una colección. En el mundo hispanohablante es más frecuente el uso de los términos «corrector de estilo» y «corrector de pruebas», aunque también estos generan confusión. Antonio promueve la idea de que los correctores deberían comenzar a llamarse asesores lingüísticos. Esto sería más claro para todas las personas y quitaría también el matiz negativo de corregir algo que «está mal».
Los correctores se desempeñan en diversos ámbitos. Uno no muy conocido es el de la edición de libros digitales y audiolibros. En el caso de los audiolibros, el trabajo del corrector está relacionado con la adaptación de la obra, sobre todo si se trata de una obra literaria en la que hay diálogo. Se elimina de la narración el «dijo él», «dijo ella» y aclaraciones tales como «Hubo un profundo silencio», dado que estas marcas son innecesarias en la narración oral. Se trata de un trabajo conjunto del editor y el corrector.
Antonio ha participado activamente en la creación de varias asociaciones y organizaciones de editores, pero también sigue promoviendo a diario el buen uso del lenguaje y la labor de los traductores y editores. Confiesa que para él corregir es adictivo y se siente inspirado a defender el rol esencial de la comunicación y a trabajar para difundir esta profesión tan poco reconocida.
En cuanto a su visión sobre el lingüista del futuro, él cree que este deberá aprender a dominar la tecnología y prepararse para trabajar más allá del mundo editorial y de la imprenta. Deberá acercarse al departamento de comunicación de las empresas. Como personas con gran conocimiento del lenguaje y muchas habilidades, los lingüistas serán indispensables para la comunicación clara.
RECURSOS:
Libro La mano invisible: confesiones de un corrector iconoclasta
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